El otro día, de compras por una zona comercial de Madrid me
quedé ojiplática al escuchar la conversación de un grupo de amigas que estaban
a mi lado probándose zapatos. “Ayer no pude ayudar al niño a hacer sus deberes,
tenía que dividir 150 entre 12 y yo no sé cómo hacerlo”. “Pero mujer-le
replicaba otra-tampoco es tan complicado”. “Ya-contestaba la primera-, pero es
que yo desde los 16 no he vuelto a tocar las matemáticas, soy de letras puras y
si tengo que hacer una cuenta, uso la calculadora”.
Recordé
las veces que en casa me han reprochado mi incultura general (soy oveja de
letras en casa de ciencias) porque mis conocimientos acerca de culombios y
faradios se limitan a lo que cantaban en la sintonía de la Bola de Cristal
¿Será
verdad que Google y sus secuaces nos están volviendo estúpidos? ¿O eso
viene de otro lado, como muy bien señalaba Juan José Millás en su artículo del
pasado 26 de diciembre?
Entonces,
¿qué nos da? ¿Una base de cultura general (visto lo visto, parece que no)? ¿Una
especialización técnica? Pues parece que tampoco. ¿Hacia dónde debería ir
entonces? Pues parece que a enseñarnos a pensar, a tener capacidad crítica para
poder elegir en momentos de incertidumbre, a asumir responsabilidades respecto
de los propios compromisos, a no repetir los errores del pasado…y a lo mejor
para todo eso, deberíamos volver a replantearnos qué es La Educación.
Todo el grupo de amigas parecían estar por debajo de los 40,
pero no creo que fueran “hijas de la LOGSE”. Todas ellas parecían haber pasado
por algún tipo de Educación Superior…pero ¿para qué? Quiero decir: ¿cuál es el
objetivo de la Universidad Española, tal y como la tenemos planteada? Porque, de verdad, que yo no la entiendo.
Voy a
contar algo que me ocurrió personalmente: curso de verano en una Fundación de
una importante Universidad española. 100 horas lectivas, dirigido a
profesionales del sector de los RRHH, bastantes participantes de este perfil provenientes
de empresas latinoamericanas…y gran parte de los profesores mostrando un gran
desconocimiento (en parte lógico) y un profundo desprecio (completamente
ilógico) por el mundo empresarial. Por otro lado tenemos a las compañías
científico-tecnológicas, con vacantes profesionales sin cubrir por “escasez de
talento”, a pesar de la progresiva reducción de materias humanísticas
en pro de las más “funcionales” en el curriculum académico…
Todos tenemos claro que un título ya no garantiza el
acceso a un trabajo (que, por cierto, se redefine a cada rato)
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